sábado, 15 de diciembre de 2012

El corazón de la Navidad



Poco a poco lo vamos consiguiendo. Ya hemos logrado celebrar unas 
fiestas entrañables, sin conocer exactamente su razón de ser. Nos 
felicitamos unos a otros y no sabemos por qué. Se anuncia la Navidad 
y se oculta su motivo. Muchos no recuerdan ya dónde está el corazón 
de estas fiestas. ¿Por qué no escuchar el «primer pregón» de 
Navidad? Lo compuso el evangelista Lucas hacia el año ochenta. 
Según el relato, es noche cerrada. De pronto, una «claridad» 
envuelve con su resplandor a unos pastores. El evangelista dice que 
es la «gloria del Señor». La imagen es grandiosa: la noche queda 
iluminada. Sin embargo, los pastores «se llenan de temor». No tienen 
miedo a las tinieblas sino a la luz. Por eso, el anuncio empieza con 
estas palabras: «No temáis».
No nos hemos de extrañar. Preferimos vivir en tinieblas. Nos da 
miedo la luz de Dios. No queremos vivir en la verdad. Quien no ponga 
estos días más luz y verdad en su vida, no celebrará la Navidad. 
El mensajero continúa: «Os traigo la Buena Noticia, la gran 
alegría para todo el pueblo». La alegría de Navidad no es una más 
entre otras. No hay que confundirla con cualquier bienestar, 
satisfacción o disfrute. Es una alegría «grande», inconfundible, que 
viene de la «Buena Noticia» de Jesús. Por eso, es «para todo el 
pueblo» y ha de llegar, sobre todo, los que sufren y viven tristes. 
Si ya Jesús no es una «buena noticia»; si su evangelio no nos dice 
nada; si no conocemos la alegría que sólo nos puede llegar de Dios; 
si reducimos estas fiestas a disfrutar cada uno de su bienestar o a 
alimentar un gozo religioso egoísta, celebraremos cualquier cosa 
menos la Navidad.
La única razón para celebrarla es ésta: «Os ha nacido hoy el 
Salvador». Ese niño no les ha nacido a María y José. No es suyo. Es 
de todos. Es «el Salvador» del mundo. El único en el que podemos 
poner nuestra última esperanza. Este mundo que conocemos no es la 
verdad absoluta. Jesucristo es la esperanza de que la injusticia que 
hoy lo envuelve todo no prevalezca para siempre.
Sin esta esperanza, no hay Navidad. Despertaremos nuestros mejores 
sentimientos, disfrutaremos del hogar y la amistad, nos regalaremos 
momentos de felicidad. Todo eso es bueno. Muy bueno. Todavía no es 
Navidad. Autor: José Antonio Pagola. 

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